El amor a Dios no se impone, se modela, se inspira y se transmite de padres a hijos cuando es parte de una experiencia cotidiana. Significa una relación que transmite vida, alegría, gratitud, paz, esperanza, ilusión y fe.
- Ponemos el fundamente ético y moral que guía a la familia.
- Transmitimos fe y esperanza a nuestros hijos.
- Enseñamos a nuestros hijos a confiar en Dios.
- Creamos una costumbre que nunca se olvida.
- Nos une como familia.
- Sabemos acudir a Dios en medio de la crisis.
- Es una contención para la familia en los momentos cruciales.
- Nos enseña a dialogar como familia y a escucharnos unos a otros.
- Nos muestra el camino al éxito duradero.
- Nos enseña a disculpar el error y a pedir perdón cuando nos equivocamos.
Nuestros hijos necesitan que como familia tengamos una vida espiritual fuerte, constante, auténtica y llena de ilusión y alegría. Porque ellos necesitan tener fe, esperanza y ánimo para encarar la vida por ellos mismos.
Fuente: https://www.enfoquealafamilia.com